Cuidando la vida y el planeta

La vida podemos alargarla, acortarla o vivirla

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La vida podemos alargarla, acortarla o vivirla
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Si quieres que un día la vida te regale amor, entrégalo primero. Si quieres ser feliz y sin embargo piensas que solo unos tienen derecho a tener esa oportunidad, significa que aún no sabes amar profundamente. He lamentado hondamente la ley que se cocina en el Reino Unido, que confío sea tumbada en el Tribunal Supremo, en donde se dice que se puede abortar los niños con síndrome de down hasta el nacimiento. Qué dolor tan hondo he experimentado, no solo por mí, que tengo una preciosa sobrina de 4 años con síndrome de down, sino que mi dolor tiene un significado más profundo que empapa la vida de los no nacidos. Es ver cómo la vida es cercenada para unos y para otros enaltecida. Así es, mientras algunos buscan la inmortalidad a través de las nuevas tecnologías (transhumanismo), a la vez observamos muchos casos en los que la vida, de un modo u otro es limitada para otros.

La vida es un regalo que no apreciamos, ni agradecemos y pensamos que es algo dado que no debamos cuidar responsablemente

La Vida todos sabemos que es un regalo. No obstante, no solemos agradecer tenerla, pensamos que es natural despertar cada mañana cuando muchos mueren antes del amanecer de cada día de miles de maneras. Un terremoto, un incendio, una enfermedad grave, un asesinato, un suicidio. Son numerosas las maneras de perder la vida, esa es la realidad, y te podría dar millones de ejemplos, pero no tiene sentido. Morir en realidad es muy fácil, tan fácil que muchos encuentran allí la única salida al dolor. Sin embargo, agradecemos poco estar vivos, no vemos que el misterio de la Vida transciende con la muerte, y que sin la segunda la primera no tendría sentido. A pesar de ello nadie cuidamos de nuestra vida como deberíamos, porque somos inconscientes de las muchas maneras en cómo la mermamos, y no me refiero solo a la salud del cuerpo, que también, sino a darle vida real a nuestros años en la tierra de modo que al partir hayamos llenado, aunque sea solo con un acto, nuestro granero del amor en mayúsculas.

Detrás del suicidio podemos encontrar mucho dolor, aunque parezca que es enfado y deseo de castigo.

Se dice últimamente que los que se suicidan deseaban dañar a los más queridos, y no me extraña. Cada día se ama peor, y quien no se siente amado en mayúsculas, ya comienza a querer castigar. Parece enfado, agresividad, así lo dirían muchos expertos. La rabia y la frustración, según ellos, están detrás de muchos suicidios, y es una de las principales motivaciones para ejecutarlo por parte de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Sin embargo, si escarbamos, debajo de ese enfado y deseo de castigar a los allegados, no hay más que una soledad profunda de sentir que nadie podrá jamás amarlos, la soledad de que el amor se escapa cada día sin poder hacer nada, y un dolor indómito se apodera de ellos. Debajo de ese enfado, hay, os aseguro, un dolor infratierra, al que me asomaré un poco en este artículo.

Vivimos adormecidos con drogas, entretenimiento, y muchas situaciones en vez de entrar internamente y descubrir nuestro potencial de felicidad.

No queremos morir cuando estamos disfrutando de algo placentero. Eso nos llena de satisfacción, pero en cuanto las tornas cambian, queremos escapar del dolor. Ya sabemos que sufrir no es fácil, y cada día hay más ejemplos de cómo nos anestesiamos, a veces con entretenimiento, con psicofármacos, cuando no con drogas, de todo cuanto sucede. No queremos vivir despiertos, sino adormecidos, y así es imposible conectar con nada profundo de nosotros mismos. Es precisamente esa evasión lo que impide que nos veamos dentro y podamos tener la oportunidad de encontrar la clave de la auténtica felicidad.

Experimentar el dolor es algo que no se acepta hoy en día, cuando éste es inevitable, aunque no siempre permanente. El nacimiento y la muerte son los momentos de mayor dolor y no lo sabemos.

Ya sé que felicidad es un estado que no está exento de dolor, pero también es verdad, que el dolor vivido con amor es muy distinto del que se ve acrecentado por la propia mente y la ilusión de que no debemos sentir dolor. El dolor, lo dijo ya Buda y muchos maestros en el mundo, es inevitable, y cuanto más lo quieras evitar, con más fuerza se te presentará, puede ser una mala noticia, o una enfermedad, en fin, hay muchos factores que pueden llevar a una persona a sufrir, y muchas maneras de querer cerrar en falso. Lo que está claro es que nadie en la tierra puede evitar tarde o temprano, sino es que ya desde muy temprano, sentir el dolor. El nacimiento de hecho es un momento de gran dolor, y junto con la muerte, los dos momentos clave empapados de dolor, de nuestra existencia.

La eutanasia es una forma de evitar el dolor, y es así como vivimos evitándolo a toda costa, sin darnos cuenta de su sentido profundo para desarrollar nuestra capacidad de amar.

La eutanasia ya es lícita en varios países desarrollados. Incluso en una depresión crónica se puede facultar el permiso a la eutanasia. Es tan difícil determinar cuando alguien debe partir, que imposible es determinar si volverá a vivir. No sabemos si alguien es necesario o innecesario. No sabemos por qué existen situaciones tan dolorosas, no nos explicamos porque en el mundo hay tanto dolor, pero te lo diré. Hay dolor porque no queremos asumir que la única manera de amar a veces requiere poder traspasar el umbral del egoísmo de no querer vivir nunca ninguna insatisfacción de ninguna clase. No queremos asumir que a veces podríamos renunciar a ciertas cosas si es necesario por un bien mayor. Nos empeñamos en ser los primeros. El cómo actuamos cada día demuestra que pensamos siempre primero en yo mismo.

Para amar necesitamos antes que todo darnos cuenta de quienes somos en realidad, sino viviremos un espejismo que no es nada más que ansias de dar algo que no hemos descubierto.

Queremos ser amados, pero no queremos amar, a la primera de cambios no hacemos cosas para amar, y a veces son gestos super sutiles. A menudo pensamos que amar es dar cosas, y sí, está muy bien, pero entregar amor, no es ni siquiera hacer cosas al otro, es algo más profundo. Es, ya lo he dicho otras veces, desearle al otro que sea feliz en mayúsculas, y eso implica no solo un respeto superficial y socialmente aceptado de su persona en toda su dimensión, sino un respeto muy profundo, donde se le reconoce su valor único y auténtico. Si no has descubierto tu propio valor único y auténtico, estarás atrapado en un tipo de querer que no es amor, porque no podrás amar sintiéndote tú mismo insuficiente de alguna manera.

Para amar, no tenemos solo que mirar hacia adentro, sino también hacia fuera, y dar nuestro amor a otros, pero en el dolor mayor que llamo infratierra es cuando no somos capaces de ver que el amor lo sana todo.

Se dice que hay que amarse a uno mismo primero para poder amar, pero a menudo confundimos las palabras, porque no sabemos que es amando a otro como conseguiremos amarnos. Esa es la verdad que muchos no encuentran. Si amas, encontrarás al final de la puerta un gran amor para ti mismo, que te hace diferente a todos, porque la mayoría están en posiciones impostadas de amar y no saber ni qué es eso, ya que muchos nunca han amado de verdad. Y ese es el verdadero cáncer del mundo, el origen del dolor infratierra, del que hable antes. El dolor cuando es por amor, no es el sufrimiento de quienes siendo egoístas se encuentran con el vacío de no haber apreciado su valor autentico y real de quienes son en realidad.

La mayoría de las personas al amar, no quieren realmente hacerlo, sino que quieren al otro para sí, para satisfacer sus necesidades y no para entregar, y a menudo están en relaciones de dominio, control y poder en vez de amor.

Podría poner muchos ejemplos de cómo es amar a una persona, pero diría que el mayor ejemplo de amor, es desear la libertad al otro en mayúsculas, para que pueda Ser auténticamente lo que Es, para que pueda amar a otros también y no solo a ti, para que pueda desplazarse libremente en su interior y decirte “no” si realmente esa es la respuesta más honesta desde su verdadero sentir. Pero no dejamos al otro Ser, sino que coactamos su libertad de modos sibilinos, chantajistas e inmorales, haciéndoles ver que solo nosotros los amamos; y fingimos, a menudo de un modo totalmente inconsciente, un amor falseado para comprar voluntades. Esa es la realidad de la mayoría de las relaciones de supuesto amor, de todo tipo, no solo de pareja. No estamos en amor, sino en dominio, en control, en poder sobre el otro para que sea solo y principalmente para mí, en vez de dejarle que sea para todos los que quiere ser. Y esta coacción daña el alma profundamente, porque ésta nos lleva a herir de múltiples maneras a las personas que supuestamente tanto queremos, y en realidad no amamos de verdad.

Cuando dejas libre al otro no solo le ganas, sino que estará contigo voluntariamente, pero si temes que ame a otras personas porque podrías perderle, abrirás la puerta de la ruptura o del desamor.

Si quisiéramos dar la libertad en mayúsculas, estaríamos en riesgo, “nos creemos”, de perder su amor, pero si le coaccionas ya sea de un modo claro o subrepticio, lo que harás es obligar, no dejar que el otro ame con libertad, sino que esté a tu lado, en el mejor de los casos infeliz y culpable, porque en el peor, se apartará de ti tarde o temprano, y ejemplos los veo todos los días en un sin números de rupturas de relaciones o de alejamientos, porque nos vemos exigidos, manipulados, en vez de ser simplemente amados de verdad.

Y hablamos de Amor al hablar de Vida, porque en realidad son sinónimos, sin él la única vida que podría existir es la de un vacío lleno de dolor infratierra.

Lo anterior es para desatinar mucho, porque ¿qué tiene que ver la Vida con el Amor?. Simplemente todo. La Vida y el Amor es sinónimo, y no lo sabemos. Si existimos es porque tenemos corazón. Si lo pierdes del todo morirás sin duda. Ya sé que es complejo de entender ya que sabemos de personas que viven y que a la vez hacen mucho daño. Lo que no sabes es que no viven, sobreviven en un mundo de dolor infratierra que, en lugar de llevarlos a amar, les conduce a causar más dolor al otro porque son incapaces de hacer lo necesario para cambiar su vida, ya que ese cambio en mayúsculas solo le vendrá cuando empiece a amar y para llegar allí tiene que traspasar el dolor de sentirse que no es bueno como quisiera.

Nadie que no sea amado ni ame, podrá ser feliz en mayúsculas, y desafortunadamente muchas relaciones están empañadas de un chantaje cotidiano para poseer a la persona.

Es terrible lo que veo en esta sociedad sumergida en un dolor real que no quieren ver, causado principalmente por el hecho de que nadie o casi nadie se siente realmente amado en mayúsculas. Todos sospechamos que el otro ya ha infringido la regla del amor cuando engaña, mutila nuestro Ser con chantajes cotidianos, o nos empuja a hacer cosas que en el fondo ni deseamos para la persona que nos pide que las hagamos. Si no deseamos mal a nadie, ¿por qué ese otro que quieres te desea el mal de no poder ser libre en mayúsculas?. Ese mal nos conduce al sin sabor de que no podemos ser felices de verdad porque en realidad ni nos aman, ni amamos, que es en definitiva el ingrediente indispensable para realmente disfrutar plenamente de la vida y ser felices.

Buscamos la felicidad en la comodidad y a veces hasta preferimos ser amados falsamente antes que escuchar una verdad, porque sin querer elegimos a veces la adulación o la subordinación del otro a su amor sincero.

Queremos buscar la felicidad en tener mayores comodidades, y no vemos que ésta es efímera y a menudo adormece, en vez de adueñarnos de que no somos tan poca cosa, sino que podemos incendiar corazones si realmente amamos, que podemos sembrar la semilla de la felicidad en el mundo viviendo de otra manera. En lugar de amar deseamos que los otros nos den ese amor, pero en realidad tampoco queremos su amor, ya que, si éste es fidedigno, nos diría no me amas. Tristemente, queremos un amor falso, que ofrezca en el peor de los casos adulación y en el mejor una subordinación a mis deseos. Queremos que el otro sea para mí, en vez de ser para el otro. Ese es el error que cometemos. No sabemos amarnos los unos a los otros.

La inmortalidad es deseada por quien no ama. Solo el amor permite que la muerte sea aceptada cuando llega y recibida con paz.

Ahora bien, la Vida ya sabemos que se escapa. Sí, nadie es inmortal. ¿Y quién quiere la inmortalidad?. Solo alguien que no sabe amar. Y te lo explico. Si supiese amar, habría valorado con hondura, que su muerte no solo es necesaria, sino que es algo natural e inevitable. No soporta admitir su partida, porque no alberga amor suficiente para sostener su dolor, ya que está en dolor infratierra, y ese dolor no se apacigua con nada, más que con la inversión de la dirección hacia el amor, que es la fuerza capaz de aceptar el dolor de la muerte y recibirla en paz. Mientras no la acepte en el momento que llegue, será señal de que no ama suficiente, esa es la verdad de quienes se aferran a la materia. Y no es cuestión de creer en algo después de la vida. Es creer que no podrán ser después de ésta.

Alargar la vida de modo natural es bello y deseable cuando la persona tiene un propósito de vida loable que, puede ser el de amar al menos a una persona en mayúsculas.

Si quieres vivir más, es además muestra de que quieres que los demás te den y te den, para que tu puedas vivir más. Claro que alargar la vida naturalmente es algo deseable, y cuando alguien cercano nos ama y le correspondemos, el deseo de mantener el vínculo entre ambos es tan grande, que inevitablemente alarga la vida de ambos, y la acorta si uno fallece. Todos sabemos de ejemplos de personas que mueren poco después de que la persona amada y correspondida haya fallecido. No quiero decir que sea así siempre, pero es verdad que alargar la vida sin un propósito loable, más o menos apreciable desde fuera, es algo sin sentido. Cuando existe ese propósito es preciso procurarnos el bien de vivir para darnos a los otros en misión, aunque sea solo la de amar de verdad a una sola persona. Sin embargo, alargar la vida para que los otros me sirvan eternamente como los que promueven el transhumanismo, es solo el claro botón de muestra de que nunca han sido amados, ni nunca jamás amaron a nadie, ni a ellos, ni a nadie.

El propósito prioritario e inmediato de la vida no debería nunca ser el de alargar la vida, solo el amor real podrá conducirnos allí, lo demás no sirve y nos daña.

Si lo que queremos es amar, el propósito no puede ser el de alargar la vida como meta inmediata y prioritaria, sino mantenernos en amor todo el tiempo que sea posible, haciendo las renuncias de diversos tipos que impliquen desamor, y para ello no solo hay que aumentar la consciencia de quienes somos de verdad, para vernos desdibujados en nuestro desamor y renunciar a eso que falseamos como amable a los demás, sino que además debemos intentar dar a conocer a los otros de qué manera no les hemos amado en el pasado, para que sepan que ahora les amo de verdad un poco más cada día.

No aceptamos el dolor porque creemos que el placer se puede alargar indefinidamente y el dolor cuando lo sentimos es permanente. Y ninguna de las dos cosas es cierta.

Ahora bien, si el transhumanismo prodiga la realidad de que no amamos, ¿por qué a su vez no deseamos intentarlo?. Porque no aceptamos los sufrimientos que la vida nos trae para con esos mimbres construir un cesto. Socialmente, quienes dirigen, son las elites económicas que, nos han impostado su verdad de que no se puede sufrir, nos han dicho que no es la vida para sufrir, sino para vivir solo el placer. Y curiosamente ese placer se difumina cada vez más, cada vez más la gente acude a substancias y miles de ideas confusas para generar un placer que ya no pueden mantener, porque son ciegos a la realidad, de que el placer es siempre efímero, tanto como el dolor, pero no lo saben. Se creen que el dolor es permanente, y que la satisfacción de los placeres mundanos se puede extender. Y ninguna de las dos cosas es cierta.

La fuente de satisfacción real no está en los placeres mundanos, sino en aprender a amar y para eso a veces hay que traspasar la puerta del dolor, pero sabiendo que pasará y que volveremos a estar bien si la intención es de amar.

Es el placer escondido muy interiormente de saber que amamos, lo que realmente da satisfacción profunda y duradera, y sentido a la vida. Quienes no saben de eso es lógico que dañen a otros de una manera u otra. Pero la realidad es que el dolor no solo es parte del amor, sino que sin él no podríamos desarrollar la capacidad de amar, y es esa fuga hacia el placer más efímero, lo que impide que podamos vivirnos en amor, porque en una sociedad hedonista que ha puesto como fin último la búsqueda del placer, no podemos encontrar más que el dolor final de no saber amar. Y esa es la contradicción. Pondré a continuación un ejemplo.

No damos libertad, y por lo tanto no amamos, porque no entendemos que nadie es posesión de otra persona y que compartir es fuente de felicidad y no de dolor.

Si amas a alguien y no le dejas libre, no le amas, entonces buscas que su voluntad sea comprada, chantajeada, manipulada, para que haga según tu deseo. Vale, lo consigues. El otro puede ser inconsciente, puede temer perderte, y se subordina, pero en el fondo sabe que ha renunciado a algo genuino propio, entonces genera en sí una rabia inconsciente, con la que también sin querer te dañará. Y tú se la devolverás, y así estamos todos en desamor. Usando a las personas, en vez de a los objetos, y amando a los objetos en vez de solo usarlos. Esa es la contradicción. Queremos algo que no damos, y recibimos justo lo que hemos causado al otro y no entendemos que, para romper el círculo vicioso, hay que crear uno virtuoso, al revés, dando libertad, pero nos duele darla, porque queremos si o si eso, lo que sea, de esa persona, a costa de que no pueda ser libre, y entonces no sabemos renunciar a ese placer efímero, que crees que en realidad es vital, pero no lo es.

Tememos que quienes queremos, amen a otros más que a nosotros y eso nos lleva al desamor.

Así vamos por la vida, entonces no podemos compartir a las personas que amamos, porque tememos que amen más a otros, pero ese temor es en realidad el inicio del círculo vicioso antes mencionado. Admite que el otro podría no elegirte temporalmente, y si su amor es real, volverá a ti, y si no, quizás es mejor que ya no esté contigo porque no te elije en mayúsculas como quisieras. Elige entonces personas a las que amar, y un día llegará alguien a quien puedas elegir especialmente para un vínculo más estrecho que dé recíproca satisfacción.

Para que la vida sea de verdad más larga en la tierra es preciso desarrollar nuestra capacidad de amar, sino viviremos siempre insatisfechos y acortaremos con ello la vida.

Si amar significa Vida, ¿qué hace que la Vida sea tan corta?. Simplemente si la vida es corta es porque no podemos vivirla sin amor. Y te explico, el amor en la tierra es muy diminuto en comparación al amor que se puede experimentar de verdad. No estamos todavía preparados para vivirnos en amor, por eso es que la vida es corta. Solo si realmente un día evolucionamos como especie y amamos mejor, podremos todos disfrutar de vidas más largas y de verdad dignas, en donde disfrutemos de todo lo que nos provee la tierra, que es muchísimo, pero parece que no llega, dicen algunos que, poseen ya más del 95% de la riqueza mundial.

Los transhumanistas y quienes acumulan más del 90% de la riqueza del mundo, no saben que son infelices, pero si su riqueza se compartiese más, ellos y nosotros saldríamos ganando.

Así estamos, justo son esas personas sin amor, que desean todo para ellas sin entregar más que migajas para garantizar que lo siguen teniendo todo ellos. Esa es la realidad de la tierra. Ya hablaremos de que tan legítima debería ser legalmente la acumulación excesiva de riqueza, quizás el debate que ya se inició en su día de la renta mínima, debería extrapolarse también al debate no solo de la renta máxima, sino a la máxima capacidad de posesión de bienes, porque si un puñado de personas acumulan más del 90% de la riqueza del planeta, estamos viendo, que el problema de escasez lo tienen ellos, que no creen en la abundancia de la tierra, sino en su mente limitada que les impide confiar en que distribuyendo mejor la riqueza seremos todos, ellos y nosotros, más felices.

El aborto es otra manera de impedir que la vida se abra con fuerza hacia adelante, este modo de coartar la vida demuestra que no amamos de verdad a quienes iban a venir, y vendrán otros que nos harán vivir las experiencias que no quisimos vivir.

Si lo que quieres es amar, renuncia a manipular la vida del modo que sea, y acepta lo que te trae. Claro que debes intentar sanarte si enfermas, claro que debes cuidar tu cuerpo para alargar la vida, claro que debes hacer lo posible por compartir tu soledad, y claro que debes intentar amar a pesar de todo lo que suceda, pero hay algo que no se debe hacer y es interrumpir una vida que no sabemos siquiera que forma tomará. La madre de Ludwig van Beethoven sufría tuberculosis y padeció varios episodios de la enfermedad en su vida, y su padre era un alcohólico redomado con problemas serios de lucidez, y ambos vivían en una situación económica apremiante. Cualquier adolescente o mujer de hoy en día en esta situación hubiese pensado seriamente en interrumpir el embarazo, y si lo hubiese hecho no conoceríamos a Beethoveen y la evolución de la música habría sido otra muy distinta a la que ha llegado a nuestros días. ¿Quién sabe qué Ser trae al mundo?. Nadie. Podría ser un genio o no, pero algo sí sabemos, que sin esa persona el mundo, el de sus padres en particular al menos, sería otro distinto. No sabemos si mejor o peor, pero distinto, y eso hace que su paso por la tierra haya tenido un sentido particular, que nadie tiene derecho a borrar, ni su madre, por mucho que se sienta con el derecho de hacerlo.

Es difícil saber qué situación tan extrema da permiso a alguien a coartar una vida que emerge, cuando nuestros abuelos han tenido hijos en plena guerra y en las peores circunstancias. La vida siempre se abre paso con fuerza y muchos que nacieron en la guerra vivieron luego los placeres de la postguerra.

Se dice que las personas que abortan lo hacen por razones de peso. No sé qué es una razón de peso. ¿Ser pobre?. ¿Ser joven?. No está claro hoy en día, en una sociedad que adora el placer, el dinero, la comodidad, qué es exactamente una razón de peso, ya que en la actualidad las razones de peso de hoy en día, no serían las de nuestros abuelos que tuvieron hijos en plena guerra. Algunos deciden tener hijos en las peores circunstancias, otros sin embargo a las mínimas dificultades prefieren eludir la gran responsabilidad de tenerlos. En estos tiempos tan progresistas, sobre todo en los países desarrollados, tener hijos es algo que ya no cualquiera desea tener. No queremos hipotecar nuestra vida con otros y preferimos estar libres de compromisos. No digo que todos debamos tener hijos. Yo no los tengo, aunque los habría querido tener y la vida no me los dio, pero lo que está claro es que no podemos permanentemente excusarnos en la falta de amor para no tener hijos. Y sí, lo siento, es falta de amor. No es otra cosa.

El cuerpo lo tenemos porque alguien permitió que naciésemos. ¿Somos ahora nosotros quienes podemos decidir quién podrá o no tener un cuerpo en el futuro?. ¿Qué clase de egoísmo es ese?.

Hay mujeres, y las conozco de cerca, que abortaron porque su pareja hombre no quería el hijo, porque no era el momento en que venía bien. Lo que puedo decir en estos casos es que no es posible que ni el hombre, ni la mujer, decidan si una vida debe continuar. Nadie debería manipular la vida alegremente. Hay muchas medidas anticonceptivas, y si alguna falla, está claro de que por algún motivo que no podemos comprender, esa vida tenía que venir. ¿Quién puede decidir sobre la vida de nadie?. Parece que la mujer tiene más derecho por ser su cuerpo, ¿de verdad se tiene derecho a cualquier cosa solo porque tienes la suerte de tener un cuerpo y haber nacido?. Quizás no quisiste nacer y estas aquí a pesar de ello, quizás estás feliz de existir, como quiera que sea, se te ha dado una oportunidad para vivir lo mejor, y también lo peor, eso a veces no depende de tantas circunstancias extrañas, sino en desarrollar nuestra capacidad de amar, es así como disfrutaras de lo mejor, o de lo peor si estás en el horror de odiar y no poder contener ese sentimiento.

No solo coartamos la vida, sino que no aceptamos a quien es diferente. Valoramos un patrón perfecto que en el fondo es solo apariencia y total imperfección. El niño con síndrome de down a veces hace más felices a sus padres que los niños normales, pero no queremos darles permiso de ser y queremos aniquilarlos de un modo u otro.

¿Y qué pasa con los morenos, o con los discapacitados?. Parece que la manipulación de la vida va muy lejos, porque queremos impedir que no nazcan niños perfectos. El paradigma del niño rubio con ojos azules y muy inteligente, quizás no sea tampoco el modelo de la perfección, por mucho que socialmente eso es a lo que aspirarían mucho. Conozco parejas que tienen niños idílicos según esta descripción que no son felices con sus bebes. Y parejas, y muchas, que tienen hijos con síndrome de down, cuyos hijos les han hecho más felices que sus hijos “perfectos”. Medimos la perfección de un modo extraño. En función de unas características socialmente inoculadas a través de los medios de comunicación, y olvidamos que un niño que aprende a amar de verdad, con independencia de todo lo demás, podría ser el mejor hijo que podríamos haber tenido.

La inteligencia emocional de los niños con síndrome de down suele ser a menudo superior a la de los niños normales y su capacidad de amar se desarrolla más fácilmente si los amamos, porque están menos condicionados por el exterior.

Los niños con síndrome de down, en general, cuentan con una inteligencia emocional superior a la del resto d ellos niños, pero ese tipo de inteligencia no se expresa con palabras, sino con actos. Mira cómo se comporta un niño con síndrome de down y observarás que sus reacciones son mucho más coherentes que la del resto de los niños. Saben cuándo se enfadan, mejor que el resto, y sus gestos demuestran lo que sienten de manera transparente, mejor que el resto. No son tan conscientes de sí mismos, pero son más sensibles, y si son amados de verdad pueden ser una fuente de amor para todos los que les rodeen de mayor. Depende del amor que siembres en ellos de pequeños, podrás gozar de niños muy amorosos y cariñosos, más sensibles y comprometidos, más fieles y leales, y con muchas menos distorsiones, ya que los niños normales son a menudo menos capaces de poderse librar de los condicionamientos de su entorno.

No podemos sacrificar ninguna vida, aunque no estimemos que deba existir, sino simplemente encargarnos de que su evolución sea lo más favorable, y en ese intento, esos que llamamos imperfectos, nos enseñaran mejor que nadie a amar de verdad.

Y sin embargo, volvemos al principio de este artículo, pretendemos que éstos ya ni nazcan, que sean abortados si se detectan con la amniocentesis, o peor aún como esta iniciativa legislativa del Reino Unido, que sean sacrificados al nacer. No puedo entender cómo no sufrimos con estas noticias, cómo no entendemos la crueldad y el desamor social que denotan leyes como estas. No queremos sufrir, y si sufrimos pensamos que lo mejor es matar, y no vemos que, si aceptamos esa situación, nos salvará la vida por completo conduciéndonos a una vida plena y feliz. De verdad tenemos que cambiar nuestra manera de ver las cosas o moriremos todos en el intento de querer ser felices, buscando donde no hay nada más que apariencia de satisfacción pero que en el fondo es quimera y nada más.

A pesar de que las herramientas son más sofisticadas, seguimos siendo tan o más egoístas que antes. Ya no queremos alargar la vida de otros, sino la nuestra propia. Así vemos por un lado la búsqueda de la inmortalidad y por otro la necesidad de desarrollar mecanismos para acortar la vida: eutanasia, aborto, suicidio, etc.

Estamos en un momento de la historia, quizás no tan distinto, pero sí con herramientas más sofisticadas, en donde unos tienen permiso de vivir para siempre y luchar nuevamente por la inmortalidad a través del transhumanismo, y otros que convivimos con diferentes formas de escaparnos de la vida, algunas ya legisladas. La eutanasia para eludir el trágico paso de la enfermedad. El aborto, para evitar responsabilizarte de una nueva vida si no es el momento que te conviene, o simplemente no quieres. El suicidio como escape aparentemente definitivo a una vida sin amor.  Y ¿qué hay de otras formas de no vida que queremos potenciar?. Porque ya no queremos lo natural, luchamos por filtrar en la vida de todos, de maneras sutiles, una tecnología que en realidad nos hace cada día menos humanos, más dependientes, menos solidarios, más individualistas, menos amorosos, y en definitiva más aislados y vacíos. Todo ello sin hablar del deterioro cognitivo, de memoria, de empatía, de capacidad de relaciones sociales, y un sin número de consecuencias que irán llegando poco a poco. No podemos pensar en la Vida si lo que queremos es darle vida a una máquina en vez de a nuestras semillas fecundadas.

Para salir del bucle de la insatisfacción solo has de querer al que tienes próximo sin sustituirle por animales domésticos, ama a éstos, claro, pero también a quienes te rodean que serán muchos.

Si quieres salir del bucle de la insatisfacción, no es adoptando perros, o alimentando un robot virtualmente, como lo conseguirás. Es amar a las personas que tenemos alrededor. Claro que incluimos a los animales, por supuesto, pero no para dejar de querer personas, sino para hacer más grande el circulo. Si queremos amar, no hace falta ir lejos. ¿Amas a tus padres, hermanos, hijos, amigos, colegas de trabajo?. Si es así, felicidades, estás ya en el grupo de personas con sentido que pueden vivir estados de felicidad. Si no es así, es que en realidad no podrás ser feliz de momento como quisieras. Solo decide qué es lo que quieres ser un día cuando llegue la muerte, si una persona que ha llenado su granero de amor y se siente satisfecha, o alguien apagado, solo, que no quiere morir, y que está buscando la manera o bien de eludir el dolor a través de una muerte temprana, o de alargarla a costa de lo que sea, a costa de tu propia humanidad.

Si llegas al momento de la muerte con tu granero de amor lleno, podrás partir sereno, lúcido, y con muchas ganas de vivir la experiencia de la transcendencia sin temor.

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