Últimamente están de moda los debates. Se usan en un montón de foros distintos. En la educación, por ejemplo, se utilizan cada vez más. Generalmente se plantean casi siempre solo dos opciones, que además normalmente están enfrentadas. A favor y en contra. Cada una cuenta con sus argumentos, y el intelecto es extraordinariamente hábil en generarlos de modos a veces tan convincentes como falaces por paradójico que parezca. ¿Alguna vez te ha pasado escuchar a una de las partes y ver en ella un grado de razón, e inmediatamente escuchar a la otra y sucederte lo mismo?.
Participar en un debate es un ejercicio intelectual muy interesante y hasta divertido.
Mi profesora de francés a veces creaba debates, y no sé aún si lo hacía con intención o no, pero casi siempre me tocaba defender una postura que en el fondo era contraria a mis convicciones. La primera vez confieso que me pareció horrible tener que buscar argumentos para defender lo contrario a lo que consideraba correcto. Sin embargo, luego me di cuenta de que era un ejercicio intelectual muy interesante y hasta divertido, y que puede que hasta se me diese relativamente bien. Claro que era una simple actividad académica sin ningún tipo de implicaciones más allá de mejorar nuestra fluidez lingüística.
Para algunos no es necesario creer en todo lo que dicen, pero es importante que los argumentos sean buenos y comunicados de modo atractivo y convincente.
Actualmente se hacen también debates en el mundo digital. Algunos son de gran utilidad. Quiero citar en particular aquellos promovidos por personas que han creado tendencia, eligiendo una determinada postura que defienden a través de sus disquisiciones. He leído que algunas de ellas ni siquiera creen en lo que dicen, y viven de una manera distinta a la que promulgan. Por poner un ejemplo, pueden atacar la idea de la familia, señalando miles de motivos por los cuales te debes alejar de la tuya, y sin embargo tener en la realidad una estrecha relación con la suya propia. Eso sí, estás personas buscan crear una marca que les defina, una tendencia, una moda, unos seguidores, influir, y tras hacerse famoso, ganar dinero con ello. No es necesario que crean todo lo que dicen, pero es importante que los argumentos sean buenos y comunicados de modo atractivo y convincente, aunque para ello tengan que emplear cierta dosis de agresividad o de comentarios provocadores. Escuchar algunas de estas discusiones genera a veces una excitación entre los espectadores que no es muy distinta a la de acudir a una pelea de gallos, que por cierto están prohibidas en muchos países.
Se trataba de competir a ver quién ganaba dialécticamente al otro o se encumbraba como el más sagaz.
Hay también debates con canciones de rap. Una vez presencié uno mientras viajaba en el transporte público. Reconozco que la creatividad y capacidad intelectual de estos jóvenes era más que impresionante. Eran capaz de ir enlazando una palabra con otra, y conservar a su vez el ritmo. Sin embargo, según avanzaba el juego, unos a otros se iban diciendo cosas cada vez más hirientes, y uno de ellos incluso se metió con uno de los pasajeros del tren de manera displicente e irrespetuosa y sin que éste supiese las reglas de este divertimiento ni pudiese hacer nada para defenderse. Se trataba de competir a ver quién ganaba dialécticamente al otro o se encumbraba como el más sagaz, mientras yo me preguntaba hasta dónde la diversión realmente continuaba o se había convertido ya en una lucha cruel o en un ataque desmedido, en donde no había límites con tal de ganar en el empeño o conseguir la popularidad de su grupo.
Si el malo no llora, es que es frío, si llora es que es falso e hipócrita. Si el bueno llora es que sufre y debemos apoyarle, y si no llora es que experimenta una gran fortaleza y ecuanimidad.
Los programas de cotilleos despiertan muchos seguidores, de lo contrario no habría tantos. Es bochornoso como sin pudor se airean aspectos íntimos de las personas y en ocasiones se llega hasta a destruir sus vidas, y lo morboso que resulta para muchos todo este espectáculo. Casi ni me apetece mencionarlos, si bien diré que no dejan de ser debates. Yo lo veo así. Uno es el malo, super malo, y otro el bueno, super bueno. Si el malo no llora, es que es frío, si llora es que es falso e hipócrita. Si el bueno llora es que sufre y debemos apoyarle, y si no llora es que experimenta una gran fortaleza y ecuanimidad. En un momento determinado hasta puede haber cambios, y el bueno se hace malo y el malo se hace bueno. Y lo que hay en lo profundo del corazón de todas estas vidas expuestas sobre las que se debaten, nadie lo sabe.
Hitler llegó al poder a través de unas elecciones.
Los debates políticos también tienen su interés, pero tampoco me gusta mucho hablar de ellos. El objetivo del político, como el de casi todos los que debaten es ganar, convencer, salir indemne frente a las críticas, diferenciarse en algo, magnificar posibles logros y conseguir el voto del que escucha. No deja de ser un trabajo que se realiza desde el intelecto, que bien hecho puede convencer a millones. Hitler llegó al poder a través de unas elecciones. Fue un hábil conferencista. El objetivo del político al debatir no es revelar la verdad, sino maquillarla y hasta manipularla si hace falta, para conseguir el voto, por eso en política es fácil caer en la demagogia.
Me resulta gracioso con que seguridad y hasta a veces arrogancia y soberbia defendemos teorías que después quedan caducas en cuanto algo nuevo es descubierto.
¿Y las discusiones científicas?. Esas son menos divertidas. ¿O no?. Es curioso cómo respecto a cualquier tema se pueden generar posturas contrarias, y la ciencia por supuesto no se iba a quedar fuera. Podemos encontrar grandes expertos explicando postulados y teorías a veces contrapuestas. Y los que no entendemos de esos temas con profundidad, terminamos por no saber qué pensar al respecto, o seguir simplemente nuestra intuición, que a veces es más sabia y sensata que muchas de esas teorías, que además cambian continuamente. Me resulta gracioso con que seguridad y hasta a veces arrogancia y soberbia defendemos teorías que después quedan caducas en cuanto algo nuevo es descubierto.
Las personas entran en controversia sin darse cuenta de que en el fondo están de acuerdo en lo fundamental.
En fin, hay muchos tipos de debate, muchísimos, pero hay uno que no quiero dejar de mencionar, y son las miles de polémicas que se plantean con nuestros amigos, nuestra familia. Sin saberlo, en muchas de nuestras conversaciones también debatimos. Y como todo el que entra en una discusión, normalmente se quiere ganar, colocarse por encima del otro. A veces se tiene idea de lo que se dice, pero muchas veces vemos polémicas en las que ninguna de las partes tiene ni idea realmente del tema, es como si viésemos dos personas enfrentadas con los ojos vendados y dándose palos entre sí. Solo de pensarlo no sé si reír o llorar. Otras veces, y pasa bastante más a menudo de lo que parece, las personas entran en controversia sin darse cuenta de que en el fondo están de acuerdo en lo fundamental, también es frecuente que cada uno describa partes interesantes que tienen un cierto grado de verdad cada una de ellas y que lejos de contradecirse son puntos de vistas que se complementan o que amplían la descripción del tema que se está tratando, pero tampoco es raro que nadie lo observe y a veces y hasta terminen peleándose.
Muchas de las veces que polemizamos no pretendemos llegar a la verdad sobre un asunto, ni tenemos ninguna intención sincera de escuchar y aprender del otro, queremos simplemente tener más razón que el otro.
Y es que el debate, que es un ejercicio intelectual francamente interesante y útil, que nos puede enriquecer muchísimo a unos y a otros y hasta a veces ser muy entretenido, no siempre se usa del modo más constructivo. En ellos se suele poner el acento más en lo que uno dice que en escuchar al otro. Muchas de las veces que polemizamos no pretendemos llegar a la verdad sobre un asunto, ni tenemos ninguna intención sincera de escuchar y aprender del otro, queremos simplemente tener más razón que el otro. Colocarnos por encima del otro. El debate se convierte más a menudo de lo que fuese deseable, en una lucha de poder. Los límites de hasta donde llegar para hacerme con ese poder, dependerá de la persona. Se puede acudir a la culpabilización del otro, a su manipulación, a su descalificación, al chantaje, a la mentira, al enfado manifestando agresividad, a los insultos, a los gritos, y más allá.
Detrás de muchos debates que parecían inofensivos se fraguaron grandes guerras.
Detrás de muchos debates que parecían inofensivos se fraguaron grandes guerras, pero ya no hablo de esas que nos enemistan con los que más queremos, que ya son sin duda dramáticas, sino de verdaderas guerras en donde muere gente. Miles de inocentes perecen por la persistencia de algunos en imponer su verdad, sus ideas, su poder. Me preocupan en particular, aunque no solo, los debates xenófobos que se difunden en ciertos medios actualmente y que fomentan en algunos un engreído sentimiento de superioridad que les hace erróneamente pensar que son mejores que otros solo por pertenecer a una raza o nacionalidad determinada. Lo que más me preocupa en realidad es la inconsciencia con la que escuchamos los mismos, ya que a menudo participamos en ellos pasivamente sin ver el fondo de la cuestión, ni los intereses como poco egoístas que motivan dichas declaraciones.
Es necesario agudizar la visión e ir más allá, no ser la tragadera en donde otros depositan sus ideas, sin hacer un análisis previo de si verdaderamente esos conceptos son buenos para mí y para los demás.
Cuando participamos en el debate de manera pasiva escuchando, ¿somos capaces de separar el grano de la paja?. ¿Nos creemos lo que nos dicen, solo porque lo han hecho de un modo atractivo para mi o porque lo ha dicho alguien a quien se le presupone una legitimidad determinada?. Es necesario agudizar la visión e ir más allá, no ser la tragadera en donde otros depositan sus ideas, sin hacer un análisis previo de si verdaderamente esos conceptos son buenos para mí y para los demás. ¿Qué puede haber de verdad en lo que escucho?. ¿Es posible que haya un interés egoísta detrás de ello?. ¿A quién le beneficia que yo comparta ese punto de vista?. Observa y pregúntate cómo te está haciendo sentir lo que escuchas. ¿Te hace ser más abierto y tolerante con otros o está despertando algún tipo de orgullo soberbio o de enfado reactivo que te separa de los demás?. ¿Está abriendo tu corazón o por el contrario lo está cerrando?.
En un mundo tan intelectualizado, que es tanta cabeza, necesita equilibrar con el corazón.
Las ideas, los argumentos, el intelecto, todo eso es maravilloso, pero nada de eso puede estar por encima del corazón. En un mundo tan intelectualizado, que es tanta cabeza, necesita equilibrar con el corazón. La inteligencia es tan asombrosa que podríamos argumentar muy bien cualquier cosa y convencer a media humanidad. Podríamos debatir sin fin, sin llegar a ningún sitio. Ahora bien, eso que defiendes ¿contribuye a hacer un mundo con mayor paz y unidad o está sembrando dolor y división entre nosotros?. ¿Es necesario debatirlo todo constantemente y demostrar mi verdad a costa de perder en el camino personas valiosas para nosotros?. ¿Puedo sencillamente exponer mi verdad particular con respeto, sin arrogancia, sin imposición, sin hacer daño, sin crear división?. ¿Puedo incluso si a veces la situación lo requiere elegir callar, cuando hablar no es lo más apropiado?.
Parece como si la forma en cómo algo se comunica tuviese más importancia y atractivo que el fondo de lo que se comunica, y es esa apariencia lo que determina que creamos el mensaje y no un análisis profundo y honesto del mismo.
Me ha venido a la mente una gran amiga que suele sentir que no se la toma en cuenta. Yo a veces le pregunto su opinión, porque tiene una sabiduría extraordinaria y es muy inteligente, aunque admito que no todas nuestras amigas en común se han dado cuenta de ello. Si bien, su modo de decir las cosas, un tanto insegura, con la voz en ocasiones baja, hace que los demás la consideren a veces menos. La realidad es que en determinados momentos no nos tomamos la molestia de escucharla de verdad, y hay un a priori inconsciente de simplemente no dar espacio a observaciones que a veces a mí me han sorprendido por el valor que tienen. Parece como si la forma en cómo algo se comunica tuviese más importancia y atractivo que el fondo de lo que se transmite, y es esa apariencia superficial lo que determina que creamos el mensaje y no un análisis profundo y honesto del mismo.
Si escuchásemos profundamente al otro sopesando lo que hay de valioso en lo que dice, en vez de competir por tener razón, ¿qué acontecería?.
¿Qué pasaría si cuando entras en un debate pusieses el foco en lo que puedes aprender del otro en vez de en demostrar lo qué ya sabes?. ¿Qué sucedería si en vez de competir por tener razón, quisiéramos escuchar profundamente al otro y sopesar qué hay de valioso en lo que dice?. Seguramente todos saldríamos ganando. Es posible que a veces no estemos de acuerdo con algo, pero eso no equivale a tener que imponerle al otro nuestra verdad con calzador, ni tampoco supone que yo esté en lo cierto incluso aunque me lo parezca. La realidad es que hay una fuente de sabiduría en cada uno de nosotros, y nos sorprenderíamos lo mucho que podemos aprender los unos de los otros si abrimos los oídos, los ojos, y sobre todo el corazón.